Pasos llenos de emociones avanzaban hacia la salida de la universidad, y las manos miedosas temblaban e intentaban disimular la angustia quitándose pequeños pedazos de masilla y divertidas telas de colbón una de la otra. Y entra la llamada. No hay tiempo de disimular, no hay tiempo de pensar, no hay tiempo, no hay tiempo.
Sonrío, un abrazo y empezamos a caminar, hay silencios, miradas, y pequeñas historias generales de una cosa y la otra.
Botella verde, botella azul, botella amarilla, botella multicolor, un pequeño vaso se llena y se llena, y otro algo más grande se queda a un lado, intacto, hasta que las manos tratan de darle algún tipo de vida en una pequeña mesa y su tamaño y exclusividad lo hacen ser parte de una sátira machista y conclusiones apresuradas.
El tiempo pasaba y pasaba, y el vaso terminó vacio 3 veces y yo solo pensaba que en ese momento solo podía querer estar justo donde estaba.
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