Cuando el gato no está el ratón no tiene que aguantar que el gato venga ocasionalmente a su cuarto a preguntarle que qué más esperando a que le hable de su silencio.
Cuando el gato no está, al ratón no le da pena sentarse a llorar.
Y entonces llego ella, a hablar de sí misma para comprender lo que le sucedía
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